De la normativa a la innovación: la ruta de descarbonización de los grupos electrógenos
En el aniversario de la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, resulta oportuno revisar cómo tecnologías estratégicas como los grupos electrógenos se están transformando para alinearse con la Agenda 2030. La transición hacia un modelo económico bajo en carbono, recogida en metas como el ODS 7 (energía asequible y no contaminante), el ODS 9 (industria, innovación e infraestructuras), el ODS 12 (producción y consumo responsables) o el ODS 13 (acción por el clima), está modificando de manera radical el marco en el que operan las tecnologías de generación distribuida. La creciente penetración de fuentes renovables, como la eólica y la solar, incrementa la complejidad del sistema eléctrico y eleva los requisitos de resiliencia. En este contexto, los grupos electrógenos de emergencia, tradicionalmente considerados equipos de respaldo marginal, se configuran como un elemento crítico de seguridad energética y continuidad operativa.
Así, la descarbonización del sector debe apoyarse en tres ejes principales: sustitución progresiva del gasóleo fósil por combustibles renovables, desarrollo de soluciones basadas en hidrógeno y aplicación de principios de economía circular en el diseño y fabricación.
Su papel es crítico en hospitales, centros de datos, telecomunicaciones, transporte y servicios esenciales, donde aseguran el suministro en situaciones de fallo de la red. Aunque su tiempo de funcionamiento anual es reducido —unas diez horas de media en Europa, incluyendo pruebas periódicas— y, por tanto, su impacto acumulado es limitado en comparación con otras fuentes de generación; la consecución de una economía climáticamente neutra y alineada con los ODS exige que también estos equipos evolucionen. Por ello, la industria trabaja en la incorporación de combustibles renovables, soluciones basadas en hidrógeno y principios de ecodiseño, de modo que los grupos electrógenos mantengan su papel estratégico a la vez que reducen de forma efectiva su huella ambiental.
Marco normativo: Stage V y perspectivas de Stage VI
La regulación vigente en la Unión Europea en materia de emisiones para motores de combustión interna destinados a maquinaria móvil no de carretera se articula principalmente en torno al Reglamento (UE) 2016/1628, conocido como Stage V. Su implementación, iniciada entre 2019 y 2021 según rangos de potencia, supuso una ampliación del espectro de potencias reguladas y un endurecimiento sustancial de los límites de emisión de NOx, partículas (PM), hidrocarburos (HC) y monóxido de carbono (CO).
El Stage V introdujo la obligación generalizada de utilizar tecnologías de postratamiento como la reducción catalítica selectiva (SCR), los catalizadores de oxidación (DOC) y los filtros de partículas diésel (DPF). Asimismo, impuso el uso de sistemas de control electrónico avanzado, sensores de presión diferencial y monitorización de emisiones mediante OBD (On-Board Diagnostics) en determinados rangos de potencia. Para el sector de grupos electrógenos móviles, este marco ha implicado un rediseño integral de motores, sistemas de combustión y arquitectura de control, con un incremento notable de la complejidad técnica y de los costes de producción y mantenimiento.
En el aniversario de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, conviene recordar que la transición energética europea exige electrificación masiva y despliegue de renovables, pero también resiliencia frente a la intermitencia y la creciente presión sobre las redes.
En paralelo a la aplicación del Stage V, la Comisión Europea y los organismos sectoriales han abierto el debate sobre un futuro Stage VI. Esta nueva etapa no se plantea como una corrección puntual, sino como la evolución natural de un marco regulatorio que busca acompañar la descarbonización de la economía europea.
Las perspectivas del Stage VI apuntan a varios ejes de evolución:
- Diferenciación por aplicación. Se plantea un marco regulatorio específico para grupos electrógenos de emergencia (uso limitado, hasta 200 horas anuales) frente a los de uso continuo.
- Control en condiciones reales de operación. Se discute la introducción de ensayos que reflejen el comportamiento de los motores en campo, similar a las pruebas RDE en automoción.
- Compatibilidad con combustibles alternativos. El futuro Stage VI deberá reconocer la creciente disponibilidad de biocombustibles avanzados y el desarrollo de aplicaciones con hidrógeno, incorporando estos vectores dentro de los esquemas de cumplimiento.
Es decir, que el tránsito de Stage V a Stage VI no solo endurecerá los límites de emisión, sino que también redefinirá la clasificación y los procedimientos de homologación, forzando a fabricantes y usuarios a anticipar inversiones en I+D y a planificar la transición tecnológica de sus flotas. Este marco, cada vez más exigente, no debe interpretarse únicamente como un reto regulatorio, sino como el catalizador de una transformación más amplia: la evolución tecnológica del sector hacia un modelo de bajas emisiones. En este punto, la respuesta de la industria no se limita a optimizar tecnologías de postratamiento, sino que se orienta hacia la reducción efectiva de la huella de carbono mediante combustibles renovables, el desarrollo de soluciones basadas en hidrógeno y la integración de principios de ecodiseño en el diseño y la fabricación de los equipos.
Descarbonización del sector: combustibles alternativos, hidrógeno y ecodiseño
Así, la descarbonización del sector debe apoyarse en tres ejes principales: sustitución progresiva del gasóleo fósil por combustibles renovables, desarrollo de soluciones basadas en hidrógeno y aplicación de principios de economía circular en el diseño y fabricación, configurando un marco tecnológico que permita reducir emisiones sin comprometer la fiabilidad de arranque, garantizar la disponibilidad de suministro en entornos críticos y, al mismo tiempo, anticipar las futuras exigencias regulatorias europeas.
Entre las soluciones disponibles, los biocombustibles avanzados, en particular el aceite vegetal hidrotratado (HVO), constituyen la alternativa más madura para reducir la huella de carbono tanto del parque instalado como de los nuevos equipos. Se trata de un carburante parafínico sintético, conforme a la norma EN 15940, que puede emplearse en la mayoría de motores diésel modernos sin necesidad de modificaciones técnicas. El HVO permite reducciones de hasta un 90 % en emisiones de CO₂ a lo largo del ciclo de vida, debido a su origen biogénico, y aporta ventajas adicionales: ausencia de azufre y aromáticos, combustión más limpia, menores emisiones de partículas y NOx en torno al 10–18 % según ensayos, y una notable estabilidad en almacenamiento, que puede alcanzar hasta diez años. Desde el punto de vista operativo, se integra sin alterar la logística ni comprometer la fiabilidad de arranque en aplicaciones críticas, lo que lo convierte en la palanca más inmediata para avanzar en la descarbonización.
La industria trabaja en la incorporación de combustibles renovables, soluciones basadas en hidrógeno y principios de ecodiseño, de modo que los grupos electrógenos mantengan su papel estratégico a la vez que reducen de forma efectiva su huella ambiental.
Por su parte, los motores de gas y las aplicaciones dual-fuel ofrecen una opción intermedia en términos de reducción de emisiones locales y de diversificación de fuentes de energía disponibles. Su implantación, sin embargo, depende de la disponibilidad de infraestructura de suministro, lo que limita su uso en aplicaciones donde la seguridad de aprovisionamiento es determinante. Aun así, los desarrollos que permiten operar con mezclas de gas y gasóleo, o con adiciones de hidrógeno, abren nuevas posibilidades de transición hacia soluciones más limpias.
En un horizonte más disruptivo, el hidrógeno verde se perfila como el vector energético de referencia para la descarbonización completa del sector. Los proyectos piloto de grupos electrógenos alimentados al 100 % con hidrógeno, así como las aplicaciones dual-fuel que combinan diésel e hidrógeno, ya están en fase de validación por parte de varios fabricantes europeos. Aunque la viabilidad técnica está demostrada, persisten desafíos significativos en materia de coste de producción, durabilidad de los motores, densidad energética y, especialmente, almacenamiento y distribución segura del gas. A medio plazo, el hidrógeno se plantea como solución realista en entornos donde pueda producirse in situ mediante electrolizadores acoplados a fuentes renovables, como ya ocurre en determinados proyectos industriales y centros de datos estratégicos.
Finalmente, el ecodiseño y la economía circular completan esta estrategia. Más del 70 % de la masa de un grupo electrógeno es actualmente reciclable gracias al predominio de metales como acero, cobre o aluminio, y con mejoras en diseño y procesos de fabricación esa cifra puede superar el 90 %. A ello se suma la larga durabilidad de los equipos: con un mantenimiento adecuado, su vida útil puede superar con facilidad las tres décadas de servicio, lo que permite amortizar el impacto de fabricación en un horizonte temporal amplio. En paralelo, certificaciones como la ISO 14006 incorporan criterios ambientales en la fase de diseño, asegurando que los productos se conciben con enfoque circular. Genesal Energy, primera empresa del sector en obtener dicha certificación, constituye un ejemplo de cómo la sostenibilidad puede integrarse en la estrategia de desarrollo tecnológico y aportar ventajas competitivas en mercados donde la exigencia ambiental es creciente.
Si se analiza el desempeño ambiental desde una perspectiva de ciclo de vida, los grupos electrógenos de emergencia aparecen como una tecnología mucho más sostenible de lo que se suele suponer. Su escaso tiempo de uso limita de manera natural las emisiones acumuladas; la adopción de biocombustibles como el HVO recorta de forma drástica la huella de carbono; y el ecodiseño maximiza su circularidad y eficiencia. Con estas mejoras, los grupos electrógenos refuerzan su alineamiento con los objetivos de economía circular de la UE y consolidan un perfil ambiental cada vez más favorable.
Conclusión
En el aniversario de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, conviene recordar que la transición energética europea exige electrificación masiva y despliegue de renovables, pero también resiliencia frente a la intermitencia y la creciente presión sobre las redes. En este equilibrio, los grupos electrógenos son insustituibles: su escaso tiempo de operación limita el impacto ambiental, mientras que su función en la continuidad de servicios críticos es decisiva.
En un horizonte más disruptivo, el hidrógeno verde se perfila como el vector energético de referencia para la descarbonización completa del sector.
El marco Stage V ya ha marcado un hito en la reducción de emisiones y el futuro Stage VI abrirá la puerta a la integración de combustibles renovables y soluciones basadas en hidrógeno, complementadas con avances en biocombustibles como el HVO y en ecodiseño. En consecuencia, los grupos electrógenos no deben contemplarse como un vestigio de la era fósil, sino como un componente esencial de la Europa climáticamente neutra y de la Agenda 2030, capaz de evolucionar tecnológicamente para ofrecer respaldo seguro, sostenible y alineado con los objetivos de descarbonización.